La Ley del "Karma" (1ª parte)

El "karma" es a la vez la acción y la consecuencia de esa acción; es causa y efecto al mismo tiempo, porque toda acción genera una fuerza de energía que vuelve a nosotros de igual manera. No es desconocida la ley del karma; todo el mundo ha oído la expresión "Cosechamos lo que sembramos". Es obvio que si deseamos crear felicidad en nuestra vida, debemos aprender a sembrar las semillas de la felicidad. Así, el karma entraña la acción que resulta de las decisiones conscientes.
En esencia, todos somos escogedores de opciones infinitas. En todo momento de nuestra existencia estamos en el campo de todas las posi­bilidades, donde tenemos acceso a un número in­finito de opciones.

Algunas de estas opciones se escogen conscientemente, mientras que otras se eligen inconscientemente. Pero la mejor ma­nera de comprender y utilizar al máximo la ley kármica es que seamos conscientes de las decisio­nes que tomamos en todo momento.

Sea que nos guste o no nos guste, todo lo que está sucediendo en este momento es producto de las decisiones que tomamos en el pasado. Infor­tunadamente, muchos de nosotros escogemos in­conscientemente, y, por tanto, no nos damos cuenta de que estamos frente a un abanico de op­ciones; sin embargo, lo estamos.

Si yo insultara a alguien, lo más seguro es que esa persona optara por ofenderse. Si yo le hi­ciera un cumplido, lo más probable es que optara por sentirse complacida o halagada. Pero pense­mos en esto: siempre hay una opción. Yo podría insultarla, y esa persona podría optar por no ofen­derse. Yo podría hacerle un cumplido, y ella podría optar por no permitir que mi elogio la afectara.

En otras palabras, la mayoría de nosotros - aunque escogedores de opciones infinitas - nos hemos convertido en haces de reflejos condicio­nados, los cuales son constantemente provoca­dos por las personas y las circunstancias, en for­ma de comportamientos predecibles. Estos reflejos condicionados son como los de Pávlov. Pávlov se hizo famoso por demostrar que si se le da algo de comer a un perro cada vez que suena una campa­na, pronto el perro comienza a salivar cuando oye la campana, porque asocia un estímulo al otro.

La mayoría de nosotros, como consecuencia del condicionamiento, respondemos de manera repetitiva y predecible a los estímulos de nuestro medio ambiente. Al parecer, nuestras reacciones son provocadas automáticamente por las perso­nas y por las circunstancias, y así olvidamos que esas reacciones son opciones que escogemos en cada momento de nuestra existencia. Sucede simplemente que escogemos esas opciones incons­cientemente.

Si nos detenemos un momento y observamos las opciones que escogemos en el instante mismo en que las escogemos, ese simple acto de conver­tirnos en espectadores nos permite sacar todo el proceso del reino del inconsciente para traerlo al reino de la conciencia. Este procedimiento de elección y de observación conscientes da mucho poder.

Cuando hagamos una elección - cualquier elección - hagámonos dos preguntas. En primer lugar: "¿Cuáles son las consecuencias de escoger este camino?" El corazón nos lo dirá inmediata­mente. Y en segundo lugar: "¿Traerá esta decisión que estoy tomando felicidad para mí y para quie­nes me rodean?" Si la respuesta es afirmativa, si­gamos adelante. Si la respuesta es negativa, si se trata de una opción que nos traerá sufrimiento a nosotros o a quienes nos rodean, abstengámonos de escoger ese camino. Es así de sencillo. Solamente hay una opción, entre el número infinito de opciones que se presentan a cada se­gundo, que puede traernos felicidad a nosotros y a quienes nos rodean. Elegir esta opción produce una forma de comportamiento que se conoce con el nombre de acción correcta espontánea. La ac­ción correcta espontánea es la acción apropiada que se toma en el momento oportuno. Es la res­puesta correcta a cada situación, en el momento en que se presenta. Es la acción que nos nutre, a nosotros y a todas las demás personas a quienes ella afecta.

El universo tiene un mecanismo muy intere­sante para ayudarnos a tomar decisiones correc­tas espontáneamente. Este mecanismo se relacio­na con las sensaciones del cuerpo, las cuales son de dos tipos: de bienestar o de malestar. En el ins­tante mismo en que estemos tomando una deci­sión conscientemente, prestemos atención a nues­tro cuerpo y preguntémosle: "¿Qué pasa si opto por esto?" Si el cuerpo nos envía un mensaje de bienestar, es la decisión correcta; si da señales de malestar, entonces no es el camino apropiado.

Algunas personas sienten el mensaje de bien­estar o malestar en la zona del plexo solar, pero la mayor parte de la gente lo siente en el área del corazón. Prestemos conscientemente atención al corazón y preguntémosle qué debemos hacer. Des­pués esperemos la respuesta - una respuesta físi­ca en forma de sensación. Podrá estar en el nivel más sutil de sensación, pero estará ahí, en nues­tro cuerpo.

Sólo el corazón sabe la respuesta correcta. La mayoría de las personas piensan que el corazón es sensiblero y sentimental, pero no es así. El cora­zón es intuitivo; es holístico, es contextual, es relacional. No se orienta a perder o a ganar. Tie­ne acceso al computador cósmico - el campo de la potencialidad pura, del conocimiento puro y del infinito poder organizador - y toma todo en cuenta. En algunas ocasiones, quizás no parezca razonable, pero la verdad es que su capacidad de computación es mucho más exacta y mucho más precisa que la de cualquier cosa que se encuentre dentro de los límites del pensamiento racional. ( continuará . . . en una 2ª parte )

Escrito por Deepak Chopra (extracto de su libro "Las 7 Leyes Espirituales del Exito")

Fuente: cfqhispania.org
Categorías:

Etiquetas: ,